Pocos recintos arqueológicos tienen el tamaño y el buen nivel de conservación de Éfeso, una de las mayores ciudades del mundo antiguo. Y pocos lugares tienen un poder de evocación cristiana tan potente como la Casa de la Virgen, a unos kilómetros de dicho recinto. Por ello, visitar Éfeso y la Casa de la Virgen María es una de las etapas fundamentales de todo circuito por Turquía.
Pese a estar a apenas 5 km en línea recta del Mar Egeo, Éfeso no es precisamente un destino de sol y playa, sino cultural. Concretamente, de historia y espiritualidad. Se trata de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Antigua Grecia, cuando esta zona de Anatolia formaba parte de lo que fue aquella civilización, así como de las posteriores: la romana y la bizantina.
Pero gracias a que se encuentra relativamente cerca de destinos de sol y playa, como Kusadasi, Éfeso se presenta como la excursión perfecta de un día dentro de unas vacaciones de descanso y desconexión. No en vano, está reconocida como Patrimonio Mundial por la Unesco, desde 2015.
Éfeso pertenece al distrito de Selçuk, una ciudad de unos 40.000 habitantes y a 3 km de aquí. Además, está dentro de la provincia de Esmirna ,ciudad situada a unos 80 km al norte. Por ello, esa ciudad y su aeropuerto son la gran puerta de entrada a Éfeso, aunque lo más habitual para un viajero que visita este lugar es alojarse en la cercana Kusadasi, que cuenta con resorts y todos los servicios que necesita un turista.
El clima de Éfeso es mediterráneo de verano cálido (Csa), con el añadido de una importante humedad relativa por estar situado muy cerca del mar. Por ello, quienes vengan en verano deberán protegerse bien del sol y de las altas temperaturas, que pueden alcanzar los 40º en las horas centrales del día. En cambio, en invierno las temperaturas son mucho más agradables, que no suelen bajar de 5º de mínima. Además, las precipitaciones son bastante escasas, por lo que la estación fría del año es también una buena opción para visitar Éfeso, aunque ello obligará a prescindir del baño en las cercanas playas del Egeo.
Por el hecho de ser un destino turístico de renombre mundial, viajar a Éfeso es posible de diferentes maneras, tanto desde otras ciudades de Turquía como desde otros países. A continuación enumeramos todas las posibilidades.
Aunque sólo unos centenares de metros al norte de Éfeso hay una pista de aterrizaje, esta infraestructura (aeródromo de Selçuk) no recibe vuelos comerciales ni nacionales ni internacionales. En cambio, el aeropuerto internacional más cercano es el de Esmirna-Adan Menderes (código IATA ADB). Se encuentra a unos 65 km al norte del recinto arqueológico de Éfeso, lo que supone un trayecto de unos 50 minutos por carretera. Esta es la lista de vuelos nacionales e internacionales directos que llegan hasta aquí:
Para hacer el traslado en transporte público desde este aeropuerto, puedes tomar su autobús lanzadera o el tren, que llevan hasta Selçuk (y en el caso del autobús, también hasta Kusadasi).
La pequeña ciudad de Selçuk cuenta con estación de tren, lo que facilita los viajes de media distancia hasta Éfeso. En concreto, desde Esmirna y desde Denizli, otros dos destinos turísticos cercanos y muy visitados por su cercanía a resorts de playa en el Egeo (en el caso de Esmirna) y a Pamukkale-Hierápolis (en el caso de Denizli).
Esta línea de ferrocarril no es de alta velocidad y los tiempos aproximados de cada trayecto son:
La estación de autobuses (otogar) de Selçuk es pequeña y, de hecho, aquí operan principalmente minibuses que conectan esta ciudad con otras relativamente cercanas. Algunas de las líneas directas con mayor oferta son:
Sin embargo, algunas grandes compañías de autobuses del país también ofrecen trayectos directos desde otras importantes ciudades turcas, como Estambul o Ankara. Es el caso de empresas como KamilKoç y Metro. En algunas líneas, son rutas nocturnas (como en el caso de las dos ciudades mencionadas), mientras que otras son rutas diurnas (como desde Bursa).
Gracias al elevado número de resorts vacacionales que hay en la costa Egea, Éfeso y sus alrededores están bien servidos por autovías. Son las siguientes, según el punto cardinal desde el que se quiera acceder:
A todas estas opciones de transporte se puede añadir una más: el barco. La cercanía de Éfeso con Kusadasi, un importante destino de sol y playa con puerto, hace que muchos de los turistas ‘desembarquen’ aquí para la visita de Éfeso. Pero quienes así lo hacen, no llegan en ferrys de línea regular, puesto que la única línea operativa de este tipo conecta Kusadasi con la isla griega de Samos, situada frente a sus costas. Por tanto, llegar en barco a Kusadasi y, por tanto, a Éfeso es sólo factible para quienes navegan en un crucero por Turquía y las Islas Griegas.
Los orígenes de Éfeso se pierden en el pasado, mezclándose lo mítico y lo real. Aunque la fundación de la ciudad se atribuye a Androcles, príncipe griego del siglo X a.C, este litoral estuvo ya habitado por divergentes pueblos y civilizaciones anteriores, como micénicos, hititas o léleges. Estos últimos veneraban a Cibeles, diosa frigia de la fertilidad, que fue asimilada con Artemisa por sus sucesores, los jonios.
Por tanto, la ciudad y el templo de Artemisa existían ya en el siglo VII a.C, y también el otro pilar de la vida de Éfeso: su puerto, puesto que la línea de costa su ubicaba a esta altura y no donde se encuentra ahora, a unos 5 km por la progresiva acumulación de sedimentos.
En ese momento, se produjo una de las muchas invasiones (en este caso, por parte de cimerios) que dañaron la ciudad y el mencionado templo. Desde entonces, la historia se repitió en varias ocasiones: reconstrucciones del templo (uno de los más grandes de la Antigüedad y que era un importantísimo lugar de peregrinación) y de la ciudad, que cambió ligeramente de ubicación varias veces. Una de las grandes devastaciones del templo de Artemisa (Artemisión, como también se le llamó) ocurrió en el 356 a.C, devastado por un incendio provocado por un tal Eróstrato.
Pero volvió a resurgir de sus cenizas y, poco después, Alejandro Magno se declaró admirado por la nueva reconstrucción del templo. Pero a su muerte, Éfeso volvió a verse inmerso en un periodo de disputas entre Lisímaco (uno de sus generales) y sus rivales, los seléucidas. De este periodo data la ubicación actual de Éfeso, trasladada hasta aquí para adaptarse a los cambios que provocaban los sedimentos en la línea de costa, que obstruían el puerto y provocaban inundaciones.
Al pasar Éfeso a ser dominada por los romanos (133 a.C), la ciudad experimentó un importante periodo de estabilidad y expansión: Augusto la declaró capital de Asia Menor (27 a.C) y creció vertiginosamente hasta los 250.000 habitantes, según algunas estimaciones. Su rico comercio portuario y el dinamismo que generaba la peregrinación al templo de Artemisa (Diana, para los romanos) explican dicho crecimiento, hasta convertirla en una de las ciudades más grandes de todo el imperio.
En ese contexto, Éfeso recibió la llegada de muchos e importantes cristianos, como San Pablo, San Juan Evagelista (que aquí redactó parte de su Evangelio, como mencionamos en la página de Cristianismo) e incluso la Virgen María tras la muerte de Jesucristo, como puede comprenderse en la visita a la famosa Casa de María. Pero curiosamente, el progresivo declive del paganismo y el auge del cristianismo provocaron una crisis en dicho culto y peregrinación, minando así la economía local.
Paralelamente, la colmatación del puerto era imparable, pese a los esfuerzos imperiales para dragarlo, provocando la caída y final desaparición de dicha actividad comercial en los siglos posteriores. Para entonces, en época ya bizantina, la única razón de peso para invertir en Éfeso era su prestigio religioso, por haber sido hogar de San Juan Evangelista, de modo que se promovió la construcción de iglesias y otras estructuras en tiempos de diferentes emperadores, entre ellos Justiniano I (siglo VI) con la basílica de Agios Theologos (Juan el Teólogo, en referencia a San Juan). También fue elegida como sede de importantes concilios.
Sin embargo, los saqueos siguieron siendo una constante, por ejemplo de godos (siglo III) y árabes (siglo VII), hasta quedar deshabitada definitivamente. Para cuando los posteriores dominadores túrquicos (selyúcidas y otomanos) ocuparon este territorio, Éfeso carecía ya de toda importancia estratégica.
No obstante, el recuerdo a San Juan se mantuvo también tras la dominación musulmana, cuando surgió la población actual de Selçuk, nombre que deriva, por corrupción, de Agios Theologos o Ayasoluk. Y su larga tradición espiritual y religiosa pudo motivar la creación en Selçuk de la mezquita de Isa Bey por parte de los otomanos, en el siglo XIV, muy cerca del antiguo templo de Artemisa.
En cualquier caso, entre el abandono y el relativo desconocimiento en tiempos del imperio otomano, se llegó a mediados del siglo XIX, cuando una expedición del Museo Británico inició el redescubrimiento de Éfeso mediante trabajos arqueológicos que todavía hoy siguen en curso y tienen mucho por desenterrar.
El Tratado de Lausana de 1923 provocó que tuvieran que emigrar muchos griegos que aquí vivían y se mostraban orgullosos del pasado de Éfeso. Pero las autoridades turcas mantienen su apuesta por promover Éfeso y la Casa de la Virgen María como importantes destinos turísticos y de peregrinación. Todo ello en un clima de cierta tensión entre ambos estados, pues esta sigue siendo una frontera ‘caliente’: la isla de Samos, frente a las costas de la bahía de Kusadasi, es ya Grecia, un destino añorado por muchos refugiados que llegan de países de Oriente Próximo como Siria y cruzan Turquía para desembarcar en suelo europeo, desatando desavenencias diplomáticas.
Como ocurre siempre que se visita un yacimiento arqueológico, se requiere una cierta dosis de imaginación, incluso en aquellos cuyo estado de conservación es muy bueno. Y así ocurre en Éfeso: aunque muchas de sus estructuras son claramente visibles y reconocibles, en otras hay que figurarse en la mente cómo debió de ser eso que queda frente a los ojos.
Además, aquí se añade un hecho adicional: Éfeso fue una ciudad portuaria, por lo que el mar llegaba hasta los pies del actual yacimiento arqueológico, de modo que el terreno de tierra firme de unos 5 km entre el yacimiento y la línea de costa actual, sencillamente, no existía hace varios milenios. Y por si fuera poco, los trabajos arqueológicos siguen adelante y tienen pendiente dejar al descubierto una buena parte de lo que fue aquella gran ciudad.
Para organizar una jornada de visita a Éfeso, conviene agrupar los puntos de interés por su cercanía: por un lado, el recinto arqueológico de la antigua ciudad y, por otro, los lugares alejados varios kilómetros de dicho recinto que, aunque tienen relación con él, obligan al visitante a desplazarse para descubrirlos. En concreto, la Casa de la Virgen María, la Cueva de los Durmientes y la ciudad de Selçuk.
Visitar el recinto arqueológico de Éfeso es como viajar atrás en el tiempo al mundo antiguo: se trata de una de las ciudades mejor conservadas de la Antigüedad, y también una de las más grandes, por lo que serán necesarias varias horas para poder descubrir lo más relevante del lugar.
El recinto cuenta con dos entradas (Puerta superior y la Puerta inferior). Por razones de comodidad y también porque así suelen empezar las visitas guiadas de grupo, enumeramos los puntos más destacados empezando por la Puerta superior, de tal manera que el recorrido inicia en ligera bajada:
Para salir, puedes emplear la Puerta inferior o bien volver sobre tus pasos y salir por la superior. Todo dependerá del medio de transporte que hayas empleado para llegar hasta el recinto.
Muy cerca del recinto arqueológico de Éfeso pero fuera de él hay dos lugares de enorme interés para peregrinos cristianos y para viajeros interesados en la religión y la cultura en general. El primero y más importante es la Casa de la Virgen María, a unos 8 km desde la Puerta superior. El segundo, la Cueva de los Siete Durmientes, a unos 2 km de la Puerta inferior.
La Casa de la Virgen María conviene no confundirla con la iglesia de Santa María que, como vimos más arriba, es una basílica bizantina que forma parte del recinto arqueológico de la antigua Éfeso. Se la conoce en turco Meryem Ana Evi y, según la tradición, San Juan Evangelista trajo a la madre de Jesús hasta este lugar, después de la muerte de su hijo y para escapar de las persecuciones que se habían producido contra ellos en Jerusalén. Su descubrimiento e interpretación se produjo, en cambio, a finales del siglo XIX, cuando un sacerdote francés, siguiendo las visiones anteriores de la religiosa alemana Anne Catherine Emmerich, reconoció este lugar.
En ese momento, se construyó la capilla existente en la actualidad, sobre la base de la estructura precedente, reconocible por sus ladrillos anaranjados. Existen dudas sobre la datación exacta de dicha base, que podría ser posterior (de época bizantina y no apostólica), aunque esa estructura podría haberse construido a su vez sobre la mencionada casa sagrada. El lugar sobrecoge por la emotividad y espiritualidad que reina aquí gracias a las ofrendas y deseos depositados por los peregrinos, pero también por la belleza de las esculturas y frescos dedicados a la Virgen María, en un entorno verde e inspirador.
La Cueva de los Siete Durmientes, por su parte, es un pequeño templo dedicado a unos mártires cristianos del siglo III: según la creencia popular, el emperador Decio mandó sellar esta gruta cuando este grupo de religiosos se retiraron a orar y cayeron dormidos en profundo sueño. Dos siglos más tarde, abrieron la gruta y descubrieron a los siete religiosos, que despertaron creyendo haber dormido un día, decretando el obispo local el milagro. Tiempo después, fueron enterrados en este mismo lugar y se convirtió en un lugar de peregrinación.
Como hemos comentado en varias ocasiones, uno de los motivos por los que Éfeso alcanzó su importancia fue el Templo de Artemisa: era uno de los más grandes del mundo antiguo y un lugar de peregrinación que atraía a miles y miles de fieles, con el consiguiente efecto positivo para la economía de la ciudad. Y debió de ser tan espectacular que formaba parte de lo que los antiguos griegos consideraban las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
Pero, ¿dónde está actualmente dicho templo? Por desgracia, poco queda de aquel recinto lleno de esplendor, pero sus ruinas son suficientes para atraer a los más interesados en el mundo antiguo. Sus restos se encuentran a las afueras de Selçuk, en su periferia oeste (la parte más cercana a la antigua Éfeso). Aquí, en una amplia explanada verde, se distribuyen las piedras de lo que fue el templo, quedando en pie sólo una columna, como paradójico símbolo de lo que fue aquella Maravilla.
El declive del culto a esta diosa pagana, los desastres naturales, los saqueos de pueblos invasores y la utilización de sus bloques de piedra para la construcción de otros monumentos (por ejemplo, Santa Sofía de Estambul) propiciaron su abandono y desmantelamiento. Sin embargo, pasear por aquí permite evocar sus enormes dimensiones y la etapa final de la peregrinación que realizaban los fieles venidos desde otros puntos de la Antigua Grecia y el Imperio Romano, tras desembarcar en el puerto.
No quedan tampoco esculturas o relieves de la diosa Artemisa que aquí recibía culto, pero se sabe por grabados e inscripciones que su figura fue más bien sincrética: se la asociaba a la pre-helenística diosa de la fertilidad Cibeles, tan venerada en esta parte de Anatolia, así como con la susodicha diosa griega de la virginidad y la caza (posteriormente convertida en la romana Diana).
Por último, también en Selçuk se puede citar el Museo de Éfeso, que es el museo arqueológico donde se exponen las piezas más relevantes procedentes de la antigua ciudad. Aquí se conservan y se exponen por razones de conservación, pero también para una mejor interpretación y contemplación. Destacan sus relieves y esculturas, pero también se exhiben objetos de la vida cotidiana (balanzas, joyas) e incluso ajuares funerarios. Entre las piezas más icónicas están las dos estatuas en mármol de Artemisa, la gran deidad del lugar, con sus numerosos senos, en referencia quizás a su carácter protector de la fertilidad, por sincretismo con Cibeles.
Dado que en Selçuk no hay oficinas de información turística al uso y lo más habitual es venir a Éfeso desde otros destinos del entorno, lo ideal es tener ya organizada y preparada la visita, puesto que a la entrada del recinto sólo hay tiendas y cafés, así como las taquillas en las que se ofrecen guías en papel y mapas sencillos sobre el recinto.
Debes tener en cuenta que hay dos puertas de acceso al recinto arqueológico de Éfeso: la Puerta inferior y la Puerta superior. La más habitual y utilizada por grupos turísticos en autobús privado es la Puerta superior, puesto que permite hacer el recorrido en ligera bajada. En cambio, la Puerta inferior es más tranquila y allí llevan los autobuses públicos de línea regular que salen de Selçuk. Para quienes salen de Selçuk, el taxi privado es una opción cómoda y asequible, con un trayecto que dura 7 minutos, tanto a la Puerta inferior como a la superior.
Y en los últimos años se ha habilitado una nueva y saludable forma de acceder desde Selçuk: un carril bici de 3,5 km aproximadamente que discurre paralelo a la carretera D515 a la sombra de árboles frondosos hasta el cruce que desciende a mano izquierda hacia el recinto arqueológico.
Además, debes saber que tanto la Casa de la Virgen María como la Cueva de los Siete Durmientes quedan fuera del mencionado recinto. Por tanto, para acceder a ellos tendrás que pensar en cómo realizar esos desplazamiento. La Cueva está a aproximadamente 2 km de la Puerta inferior, por lo que se recomienda ir en coche, aunque caminar puede ser una opción para quienes estén en mejor forma. En cambio, la Casa de la Virgen está a 8 km, de modo que el trayecto se hace por carretera en taxi o vehículo privado por una carretera habilitada al efecto.
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