La comunidad judía en Turquía es pequeña en cuanto a número, pero trascendental para el país y para el judaísmo por diferentes razones, que abordamos en esta página. Si en tus viajes te gusta conocer la historia y la religión de cada destino, y en particular sientes interés por las vicisitudes de los judíos, encontrarás muchos motivos para explorar las claves de esta religión en Turquía.
El pueblo judío está presente en el actual territorio de Turquía desde muy antiguo. Su llegada a Anatolia se produjo en algún momento entre el siglo VI a.C y el II a.C, a tenor de las fuentes romanas y de las menciones en la Biblia: por ejemplo, porque en los Hechos de los Apóstoles se habla de una sinagoga en Iconium (actual Konya) y en la Carta a los efesios se hace mención a otra sinagoga en Éfeso.
Estas primeras comunidades judías en Anatolia fueron probablemente romaniotes, cuyas lenguas eran el griego y el yevánico. Se cree que estuvieron relativamente bien integrados en este territorio en tiempos del Imperio Romano y del Imperio Bizantino, a pesar de haber existido conflictos puntuales.
Más tarde, el Imperio Otomano adoptó una política más aperturista y permisiva con los judíos, situando a algunos de sus miembros en el círculo más cercano de los sultanes. Tras la toma de Constantinopla (posteriormente Estambul) en 1453, se promovieron normas para el restablecimiento de judíos y musulmanes en esta moribunda ciudad, que era un espejismo de su pasada gloria. Algunas fuentes creen que, poco después, el 10% de la población de esta ciudad era judía, aún con mayoría romaniote pero con cada vez mayor presencia de asquenazíes, procedentes de territorios europeos.
Pero el momento más trascendental para la comunidad judía en Turquía se produjo a partir de 1492: la expulsión y posterior persecución de los judíos sefardíes por parte de la Inquisición motivó su salida de la Península Ibérica, siendo el Imperio Otomano la entidad que más abiertamente los acogió, sobre todo por su gran preparación para cargos técnicos y comerciales. Desde entonces, la comunidad sefardí fue ganando cada vez mayor importancia, asentándose principalmente en Estambul, pero no sólo. Se calcula que algo más de la mitad de la población judía en siglos posteriores (de varios centenares de miles de personas) se concentraba en esta ciudad, así como el grueso de las sinagogas del imperio.
Con el paso de los siglos, la población judía siguió creciendo (en todo el imperio llegó a haber 500.000 judíos, según algunas fuentes) pero también con ello los conflictos y pogromos. En especial, en el territorio del actual Israel, que por entonces quedaba bajo dominio del imperio otomano. En territorio de la actual Turquía también hay documentados conflictos.
En cualquier caso, tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Lausana, la población judía seguía teniendo un peso considerable, hasta el punto de ser reconocida como minoría en dicho tratado internacional, en el que se establecieron las fronteras de la Turquía actual. Sin embargo, pese a la política de respeto de Atatürk, comenzó una lenta emigración judía motivada en buena medida por una cierta hostilidad desde una parte de la población.
Una emigración que, en cambio, fue masiva tras la creación del estado de Israel en 1948, reduciendo drásticamente la cifra de judíos en Turquía, que en la década anterior rondaba los 200.000, según algunas fuentes.
En la actualidad, se cree que sólo permanecen en territorio turco unos 40.000 judíos, siendo mayoritariamente sefardíes y residentes en Estambul, y en mucha menor medida judíos asquenazíes.
Esta comunidad sefardí lucha por seguir adelante y mantener sus tradiciones, entre las que destaca su lengua, el ladino o judeoespañol, muy parecido al castellano medieval, lo que supone un extraordinario ejemplo de supervivencia lingüística. Para ello, los sefardíes han mantenido el uso de su lengua en el ámbito familiar, pero también en la esfera pública, fundando medios de comunicación y publicando libros en este idioma. En la actualidad, sólo se conserva una revista de tirada mensual, con un nombre de lo más elocuente: El Amaneser.
Aunque el número de sinagogas se ha reducido drásticamente en las últimas décadas debido a la emigración masiva de judíos hacia Israel, aún se conservan algunos interesantes ejemplos.
La mayoría se encuentran en Estambul y son sefardíes, como la de Neve Shalom. La sinagoga Ahrida es la más antigua que se conserva, con orígenes en el siglo XV, y aunque fue fundada por judíos romaniotes, la comunidad sefardí acabó ‘haciéndola suya’, dotándola de elementos que les recordaban a su lugar de origen: en concreto, un púlpito que representa el Arca de Noé con forma de carabela, embarcaciones que los sefardíes tuvieron que utilizar para abandonar la Península Ibérica. En cambio, sólo queda una sinagoga asquenazí, en el barrio de Beyoglu, de trazas monumentales y estilo orientalista.
Fuera de Estambul, se puede mencionar la Gran Sinagoga de Edirne, que viene a sustituir a las 13 pequeñas sinagogas que existieron en esta ciudad antes del incendio de 1905. Esta sinagoga de trazas modernas está consagrada al culto, pero la falta de fieles la ha convertido más bien en un museo gestionado por las autoridades turcas. No obstante, en tiempos recientes se ha celebrado aún alguna boda en su interior, lo que da cuenta de que sigue consagrada para usos religiosos.
Algo más numerosas y con un mayor sentido de conservación son las sinagogas de Esmirna (Izmir), algunas de las cuales se remontan al primer periodo de acogida de sefardíes ibéricos (siglo XVI). La más hermosa es quizás la sinagoga Sinyora, promovida por un comerciante portugués y construida en estilo renacentista, algo que se mantuvo en su reconstrucción en el siglo XIX tras un incendio que la dañó notablemente.
Además, también se puede citar el Museo Judío de Estambul, un centro muy interesante para conocer la historia y el devenir del pueblo sefardí en Turquía, desde su expulsión de la Península Ibérica en 1492. Ocupa el lugar de la antigua sinagoga Zülfaris o Kal Kadosh, en el distrito de Karaköy. Permite conocer la distribución de una sinagoga antigua (con orígenes en el siglo XVII), así como piezas litúrgicas y ajuares diversos, vestimentas y fotografías. Sin duda, una de las visitas más recomendables para los interesados en el judaísmo en Turquía.
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