La riquísima y variada Historia de Turquía se refleja, sin duda, en su arquitectura, para suerte del viajero, que podrá admirar edificios y monumentos de lo más diverso y espectacular, ya sea por dentro o por fuera, manteniendo su función original o convertidos en museos. En esta página te contamos lo que debes saber sobre la arquitectura de Turquía, que podrás descubrir en profundidad durante nuestros circuitos por el país.
Por su importancia para el turismo, la arquitectura de Turquía merece un lugar destacado en cualquier guía sobre el país. Aquí han vivido gentes neolíticas de lo más innovador, grandes civilizaciones de la Antigüedad, cristianos bizantinos, selyúcidas y otomanos musulmanes… y todos han puesto su granito de arena para configurar monumentos y construcciones de lo más simbólico, que llegan hasta nuestros días gracias a la arquitectura contemporánea de la Turquía más moderna.
Por ello, es preciso dedicar un apartado a cada periodo y civilización, puesto que sus construcciones son singulares y diferenciadoras. No obstante, también se han dado numerosos casos de hibridación y asimilación, con edificios que se crearon con un propósito y acabaron adaptándose a otros. Pero ello no les resta valor y los convierte en ejemplos máximos de multiculturalidad.
Si te gusta el mundo prehistórico y los yacimientos arqueológicos de la Edad de los Metales, en Turquía encontrarás ejemplos espectaculares. Y no solo en forma de restos a ras de suelo, sino auténticas construcciones que se mantienen en pie y supone testimonios ancestrales de quienes habitaron aquí hace milenios: auténticos pioneros en el arte de levantar edificios para diferentes usos.
El caso más paradigmático es el de Göbekli Tepe, considerado el primer templo de la Historia, construido probablemente en el X milenio a.C. Se ubica cerca en Sanliurfa y de la frontera con Siria, se trata de un espectacular conjunto megalítico con grandes bloques de piedra tallada, representando quizás a sacerdotes reunidos en esta especie de templo circular. Por razones que aún se desconocen, esta construcción fue abandonada y enterrada varios milenios después, por lo que no se puede decir que exista continuidad tipológica y estilística en periodos posteriores, al menos según la información de que se dispone en la actualidad.
Otro ejemplo sobresaliente de la arquitectura más remota de Turquía es la de Çatalhöyuk, cerca de Konya, considerada por muchos expertos la ciudad más antigua del mundo, trazada allá por el 6.500 a.C. Como es lógico, el paso de los milenios se ha llevado por delante la mayor parte de las construcciones y lo que queda original en pie son los zócalos de sus viviendas y edificaciones. Pero eso ya cuenta con un enorme valor histórico que ofrece interesante información sobre los modos de vida primitivos para estos precursores del Neolítico. Además, en el recinto se han realizado reconstrucciones y recreaciones para ilustrar al visitante sobre el interior y los acabados de las casas de esta increíble ciudad. Entre lo más llamativo de ellas es su entrada: se accedía a través del tejado.
No menos interesante son las casas colmena que se pueden descubrir en el sudeste de Turquía, en Harran, cerca también de Sanliurfa. Se trata de casas de barro y paja de pequeño tamaño y dispuestas en hileras, en las que su elemento más destacado y característico son sus cupulillas cónicas sostenidas por un armazón de travesaños de madera. Se empezaron a construir varios milenios antes de Cristo y son uno de los primeros ejemplos de arquitectura sostenible, puesto que aprovecha los materiales existentes en el entorno y es realmente efectiva para aislarse del calor: cuando en el exterior el termómetro supera ampliamente los 40º o 45º, en el interior se mantiene un ambiente estable a 20º o 25º.
Pero si hay una civilización icónica en la Turquía previa a los griegos, esa fue la hitita (siglo XVII-XII a.C). Y su capital, Hattusa, así como otras ciudades del corazón de sus dominios (Anatolia Central) nos ofrecen ejemplos sobresalientes de la más antigua arquitectura de Turquía. En Hattusa, sus muros de grandes bloques de piedra con leones esculpidos impresionan y nos dan muestras de la sofisticación constructiva que alcanzó este pueblo. Lo mismo ocurre en Alca Höyük, que supone otra parada imprescindible en este viaje por la arquitectura más antigua del país. Por ejemplo, por su imponente Puerta de las Esfinges o sus tumbas reales, anteriores incluso al periodo clásico del imperio hitita.
Al hablar de la arquitectura de Turquía, una de los aspectos que más sorprende a los viajeros es la enorme riqueza de monumentos y construcciones grecorromanas. No en vano, la península de Anatolia, en especial las costas del Mar Egeo, fueron territorios clave para la civilización de la Antigua Grecia, y sus sucesores los romanos mantuvieron o ampliaron la mayoría de dichos asentamientos.
Desde aproximadamente el siglo VII a.C, comienzan a proliferar ricas ciudades en este territorio, y dentro de ellas (o en sus inmediaciones), grandes templos y construcciones civiles icónicas para la sociedad griega, como teatros, ágoras, propileos, ninfeos y un largo etcétera. Son edificaciones que destacan por su equilibrio y elegancia, siguiendo unas normativas muy respetadas en sus distintos periodos (órdenes dórico, jónico y corintio), con grandes columnas, dinteles y frontones como principales elementos de la estructura, y decoradas ricamente con esculturas de enorme sutileza.
Aunque se empleaba la madera y el adobe como materiales constructivos, también en la arquitectura griega de Turquía se empleó abundantemente la piedra (caliza y mármoles), lo que ha facilitado que muchas de estas construcciones se hayan mantenido en el tiempo, la mayoría en ruinas pero conservando un evocador toque de monumentalidad que ha influido en todas las épocas artísticas posteriores.
Los antiguos griegos, en realidad, supieron asimilar y mejorar diferentes técnicas e ideas de civilizaciones inmediatamente anteriores o contemporáneas, como la arquitectura egipcia. Y eso mismo hicieron sus sucesores: el Imperio Romano desarrolló una arquitectura basada en la griega pero con sus propios avances, en especial el uso sistemático del arco de medio punto, la cúpula y materiales de enorme durabilidad, como el hormigón romano (opus caementicum).
Eso permitió a los romanos emprender grandes obras públicas como presas y acueductos, e infraestructuras de transporte como puentes y calzadas que conectaban prácticamente todo el imperio, incluidos sus dominios más orientales, que son los relativos a la península de Anatolia y el Levante mediterráneo. Además, a los romanos hay que atribuir el origen de un tipo de construcción ampliamente difundida posteriormente, especialmente por las civilizaciones islámicas: las termas romanas, que derivaron tiempo después en los baños turcos.
Los ejemplos de la arquitectura griega y la arquitectura romana en Turquía son numerosos, y a menudo se solapan debido a las reutilizaciones y ampliaciones de los segundos, haciendo difícil la identificación de una construcción a un periodo u otro. Por ello, optamos por el término ‘grecorromano’, que nos ha dejado auténticas obras maestras para la arquitectura de Turquía, como:
Cabe decir que no se puede comprender el periodo griego de Turquía sin olvidar las cercanas islas griegas del Egeo: tanto las poblaciones insulares como las de tierra firme formaban parte de una misma civilización (aunque repartida por distintas ciudades-estado y reinos). Y, por ello, hay tantos paralelismos entre los yacimientos de uno y otro lado. En la actualidad, están repartidos por dos países distintos (Grecia para la gran mayoría de las islas del Mar Egeo y Turquía para los asentamientos de tierra firme y alguna isla suelta). Por ello, si tienes especial interés en conocer esta tipología de arquitectura, te recomendamos reservar un viaje combinado por Turquía y Grecia, a bordo de cruceros inolvidables que surcan las aguas de este mar lleno de historia.
Como te contamos en la página de Historia, el imperio bizantino fue el heredero del Imperio Romano: tras su división en dos (de Oriente y de Occidente) y la caída del imperio de Occidente con capital en Roma, la parte oriental de dicho imperio siguió adelante con capital en Bizancio (llamada Constantinopla, actual Estambul). Por ello, mantuvieron y desarrollaron modelos romanos, pero con sus propias aportaciones distintivas.
Una de las características de dicha arquitectura es la construcción de templos cristianos y la desaparición (o reutilización en muchos casos) de los templos paganos, después de que el Cristianismo pasara a convertirse en religión oficial del imperio. El gran prototipo de templo cristiano fue la basílica (por evolución de la basílica civil romana), pero a diferencia de las basílicas paleocristianas de la parte occidental del imperio romano (de planta longitudinal), aquí alcanzó mayor espectacularidad las de planta de cruz griega y, sobre todo, las de planta centralizada.
Esto último hizo posible que la cúpula sobre pechinas llegara a cotas nunca antes vistas en cuanto a espectacularidad. Como materiales, el ladrillo y la piedra se combinaban en la estructura, mientras que para la decoración interior se recurrió a los mosaicos, que también son una evolución de los empleados por los romanos, pero ahora para recubrir cúpulas, bóvedas y otros espacios interiores, lo que dio a las construcciones bizantinas un carácter inconfundible.
Existen ejemplos icónicos de esta arquitectura, en algunos casos algo desvirtuados por su empleo posterior como mezquitas. Sin duda, el cénit de la arquitectura bizantina de Turquía es Santa Sofía, en Estambul, pero no menos interesante es la iglesia de San Salvador de Cora, también en Estambul, en ambos casos del siglo VI.
Pero los bizantinos no sólo construyeron templos, ni mucho menos: se mantuvieron como grandes ingenieros, por ejemplo en cuestiones hidráulicas, como puede comprenderse al contemplar la imponente Cisterna Basílica, la más grande de las cerca de 50 que tuvo Bizancio (Estambul) para el abastecimiento de agua subterránea: su tamaño es equivalente al de una gran catedral y su concepción arquitectónica no está exenta de gusto artístico, con pilares tallados, capitales y esculturas.
Paralelamente, en el este de Turquía, el estilo de sus construcciones se aleja de los postulados bizantinos y se encuadra en lo que se conoce como arquitectura armenia: estructuras hechas completamente en piedra, a menudo en toba volcánica, y rematadas en cúpulas puntiagudas. Aunque esta no es exclusivamente una arquitectura de Turquía (se encuentran interesantes templos al otro lado de la frontera), en este país se pueden admirar ejemplos como la iglesia de Akdamar (del siglo X) o las ruinas de Ani, ciudad medieval de gran importancia que fue devastada por un terremoto en el siglo XIV.
Esta arquitectura, desarrollada por el primer pueblo túrquico que se estableció en el país fruto de su migración desde Oriente, supuso un importante cambio con los anteriores modos constructivos: aunque usaron algunas técnicas propias de los antiguos griegos de Anatolia, los selyúcidas trajeron consigo elementos decorativos típicos persas, como la caligrafía cúfica y los intrincados diseños geométricos y vegetales hechos en piedra.
Dado que esta civilización se desarrolló entre los siglos XI y XIII, en paralelo a los últimos siglos del imperio bizantino, esta arquitectura hay que buscarla en el centro y el este de Anatolia y están estrechamente emparentados con otros ejemplos notables de Irán, Uzbekistán o Turkmenistán, entre otros países.
Las tipologías más habituales de la arquitectura selyúcida en Turquía fueron mezquitas y madrasas (escuelas coránicas), pero también caravasares (edificios de alojamiento, descanso y pernocta para viajeros y animales de las caravanas), relacionados con la Ruta de la Seda, que ellos mismos se encargaron de impulsar.
Para los interesados en esta arquitectura de Turquía, algunos lugares imprescindibles a visitar serían Konya (mezquita de Alaeddin, que alberga tumbas de sultanes selyúcidas), Sultan Han (en Sultanhanı, un magnífico caravasar del siglo XIII), Divriği y Erzurum, en estos dos últimos casos por sus interesantes kale mescidi (mezquitas ciudadelas), más pequeñas y con una planta más compleja, a base de galerías abovedadas.
Pero en este periodo también se puede hablar de la arquitectura artúquida, hecha por este otro pueblo túrquico, rival y aliado de los selyúcidas, que se estableció en el sureste de Anatolia. La importancia que dieron a la guerra y la defensa queda demostrado por la imponente ampliación de las murallas de Diyarbakir, así como aportaciones significativas en Hasankeyf (puente viejo, en funcionamiento aún) y en Mardin.
El periodo otomano es, quizás, el más influyente y decisivo para la arquitectura de Turquía, y también para otros muchos países de su entorno que, siglos atrás, estuvieron dominados por este imperio. Al tratarse de un periodo muy largo (desde el siglo XIV hasta el XX), se puede hablar a su vez de distintas épocas dentro de la arquitectura otomana, pero todas ellas con aspectos en común, en especial la integración de influencias de otras civilizaciones anteriores o contemporáneas, como la bizantina, la selyúcida y la persa, pero con una vuelta de tuerca propia para asociarla al nuevo poder.
En un primer momento, el epicentro de esta nueva arquitectura otomana se situó en torno a las primeras capitales: Bursa y Edirne. Y posteriormente, tras la conquista de Constantinopla (1453), ese lugar lo ocupó la nueva capital, ahora llamada Estambul. Y alcanzó sus cotas más elevadas con las obras maestras del arquitecto Mimar Sinan, que trabajó sobre todo para los sultanes Solimán el Magnífico y Selim II.
Si hay una construcción que se asocia indiscutiblemente a la arquitectura otomana, esa es la mezquita, y en concreto, la gran mezquita de cúpula central, con semicúpulas y bóvedas ligadas a ella, creando así un espectacular espacio interior, diáfano e iluminado con un místico juego de luces y sombras, gracias a los rayos de sol que entran por las ventanas de este sistema de cúpulas. Este modelo de mezquita se inspiró en Santa Sofía de Estambul (que, de hecho, acabó convirtiéndose también en mezquita), y ofrece numerosos y bellos ejemplos a los visitantes de Turquía, tanto en Estambul (Mezquita Azul, justo en frente de Santa Sofía, mezquita de Sehzade, mezquita de Solimán, mezquita de Rüstem Paşa, Mezquita Nueva o Yuni) como en otras ciudades importantes otomanas (Mezquita de Selim en Edirne).
Además de la gran cúpula central, otro elemento distintivo de las mezquitas otomanas son sus esbeltos y numerosos minaretes (alminares). Estos minaretes se caracterizan por su estructura circular y estilizada, con uno o varios balcones de 360º a distinta altura y rematados por terminaciones cónicas. Normalmente aparecen dos o cuatro, rodeando por completo a la mezquita, pero en algunos casos excepcionales también hay seis, como en la Mezquita Azul de Estambul.
Por lo que respecta a la arquitectura civil y residencial, son también icónicas las construcciones de varias plantas en las que la planta baja está hecha en piedra, pero las plantas superiores podían emplear otros materiales y estructuras de madera, a menudo ligeramente salientes y apoyados en ménsulas. Muchas de estas casas tradicionales otomanas se pueden encontrar en ciudades como Safranbolu o Amasya, pero también en otros muchos destinos de todo el país.
El periodo clásico de la arquitectura otomana dio paso a partir del siglo XVIII al llamado ‘barroco turco’, un tipo de arquitectura en la que la influencia europea, en concreto francesa, quedó más patente, en buena medida por los viajes emprendidos por arquitectos locales al Viejo Continente. Puede verse en interiores decorados con juegos de líneas curvas, volutas y adornos por doquier, pero también en fachadas de gusto más europeo.Esto es especialmente evidente en las grandes construcciones civiles, pues en las mezquitas se mantenía una cierta nostalgia o respeto a las grandes obras clásicas de los siglos anteriores. De esta manera, se pueden citar ejemplos de lo más espectacular, como el palacio Dolmabahçe y el palacio de Çırağan.
Esa profusión decorativa fue volviéndose más sobria hacia finales del siglo XIX, por influencia de un cierto neoclasicismo occidental, pero ello acabó derivando en lo que algunos expertos llaman un ‘revival’ de la arquitectura otomana clásica que, unido a la necesidad de construir grandes edificios modernos, dio lugar a un estilo de aire ecléctico.
Este estilo eclecticista adquirió su máxima expresión a comienzos del siglo XX, especialmente en tiempos de la formación de la República de Atatürk. Por ello, se concibió como un auténtico estilo nacional. Algunos ejemplos icónicos son la gran estación Sirkeci de Estambul, cabecera de la mítica línea Orient Express, y la Oficina Central de Correos, también en Sirkeci, Estambul.
Mención especial merecen las yali: lujosas mansiones estivales que la alta sociedad se hacía construir al primerísima línea de mar, hasta el punto de alzarse sobre la misma orilla. Habitualmente hechas en madera y de varias plantas, lucen una fachada elegante y refinada, siendo las más famosas las del Estrecho del Bósforo. Aunque las primeras se remontan al siglo XVIII y algunas de ellas se siguieron construyendo en el XX, su época de esplendor se vivió en el siglo XIX.
Coni el boom constructivo de mediados del siglo XX, racionalista y funcional, proliferaron edificios de viviendas y oficinas por doquier, así como grandes y recios monumentos al servicio de la nueva República, como el Monumento de los Mártires de Çanakkale (participantes en la batalla de Galípoli) y el Anit Kabir de Ankara (mausoleo de Atatürk).
Pero desde finales de la pasada centuria Turquía ha visto surgir edificios de carácter más futurista y contemporáneo, a menudo ligados al sector económico y financiero. Ejemplos de esta arquitectura contemporánea de Turquía son el aeropuerto de Esenboga en Ankara o los rascacielos del barrio de Levent en Estambul. Como no podía ser de otra manera, en Levent se encuentran las construcciones más altas del país: el Estambul Sapphire y el İş Bankası Tower 1, de 238 metros y 181 metros, respectivamente.
Paralelamente a esta nueva tendencia de la arquitectura futurista, que emplea materiales avanzados (aluminio, cristal, etc.) e integra las nuevas premisas de sostenibilidad medioambiental, también se ha desarrollado una conciencia de conservación y restauración de la arquitectura de Turquía de siglos anteriores, en buena medida impulsados por el turismo.
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