Turquía, al igual que el resto de países musulmanes, no destaca por sus artes plásticas, pues el Islam prohibe la representación de Dios y de los seres humanos. Sin embargo, la historia de este país es tan rica y variada que hay reseñables excepciones. Pero lo que sí ha tenido gran desarrollo en Turquía son las artes decorativas, siempre tan ligadas a la arquitectura y al ámbito cotidiano, que las convierte en artesanía de enorme valor. En estas líneas te contamos lo más relevante del arte y la artesanía de Turquía, con las que entrarás en contacto durante tu viaje.
Como describimos en la página dedicada a la Arquitectura, existen muchos periodos y, por tanto, estilos en Turquía. Y cada uno de ellos lleva asociado un arte decorativo, acorde con su propia religión y con los preceptos artísticos derivados de ella. Si bien en la Turquía grecorromana las construcciones solían estar policromadas y embellecidas con esculturas, ya fueran relieves o de bulto redondo, con la división y caída del Imperio Romano de Occidente, esto cambió.
Los amantes del arte quedarán fascinados con los espectaculares mosaicos bizantinos de Turquía. Muchos de ellos cubren pavimentos, al estilo de los precedentes mosaicos romanos. Pero lo verdaderamente singular de este tipo de arte es su utilización en paredes y, sobre todo, en el interior de grandes cúpulas, que son un elemento clave de la arquitectura bizantina y, posteriormente, de la otomana.
Estos mosaicos destacan por la gran proporción de teselas de color dorado: en los primeros tiemos de dicho imperio, eran habituales para fondos de escenas figurativas, pero las diferentes crisis iconoclastas (prohibición de representar imágenes de Jesucristo y otros personajes sagrados por consideralo un tipo de idolatría o herejía) llevaron al decaímiento de este tipo de composiciones, que se confirmó con la posterior conquista otomana. De hecho, en lugares como Santa Sofía, las composiciones figurativas acabaron cubriéndose para esconderlas de la vista. Por ello, los mosaicos bizantinos o inspirados en ellos, destacan por su color dorado en fondos neutros o en composiciones sencillas, aunque también se conservan otros de carácter figurativo.
De esta manera, es posible admirar ejemplos tan sobresalientes como los siguientes, en Estambul:
Una de las artes de Turquía que alcanza cotas de mayor maestría es la azulejería o cerámica: de gran importancia en la cultura musulmana, fue uno de los recursos decorativos más empleados en tiempos del imperio otomano. En Estambul, tras caer en manos otomanas, acabó sustituyendo a los mosaicos bizantinos, de modo que el interior de las principales mezquitas de esta ciudad construidas a partir de mediados del siglo XVI emplean azulejos de cerámica para cubrir todo el espacio interior.
En Estambul y en otras muchas ciudades, la gran mayoría de las piezas cerámicas tenían una procedencia indiscutible: Iznik, llamada antiguamente Nicea. Según algunas fuentes, llegó a haber varios centenares de hornos de producción en la ciudad, que nutrieron así la alta demanda que llegaba desde puntos muy distintos del imperio. Este tipo de cerámica tiene una base blanca y sobre ella se dispone el dibujo en sí, donde no suelen faltar los colores azul y turquesa. Su gran fama se debió no solo a la maestría de los diseños, sino también a la riqueza de los ingredientes: en su base se empleaba, entre otros minerales, el cuarzo, que aportaba unos reflejos y luminosidad especiales. Y para los pigmentos, lapislázuli, esmeralda o coral.
Uno de los monumentos donde este arte adquiere su cénit es el interior de la Mezquita Azul, toda ella revestida con cerámica de Iznik. Pero la mayoría de las mezquitas de Estambul de época otomana recurren en mayor o menor medida a esta cerámica, así como otras de distintas regiones, como la Mezquita de Selim de Edirne. Además, muchos objetos fabricados con este material, como jarras o jarrones, se exponen en diferentes museos turcos y del mundo, con mención especial a la Iznik Tiles Foundation, en Estambul.
Otra de las señas de identidad del arte de Turquía son los textiles, que en buena medida son una herencia persa traída por los pueblos túrquicos nómadas de la Edad Media, llegados de Oriente, y entendieron la utilidad y belleza de estas piezas durante sus desplazamientos. Los selyúcidas ya recurrían a diferentes tejidos para su día a día y con fines decorativos, y los otomanos lo siguieron promoviendo por todas las regiones de Anatolia.
En el siglo XVI no sólo eran muy apreciadas en el imperio otomano, sino también fuera de él. El mejor ejemplo de ello son las alfombras de Usak (Anatolia central), a menudo llamadas alfombras Holbein porque el pintor alemán Hans Holbein el Joven las utilizó recurrentemente en sus cuadros, a menudo como marco incomparable para retratos de aristócratas. Pero no fue el único ejemplo: artistas italianos y alemanes como Giovanni y Gentile Bellini, Hans Memling o Domenico Ghirlandaio también han dado nombre a algunos patrones, por aparecer habitualmente en sus obras. Por su parte, los tapetes Lotto responden a la misma idea, pero en este caso a alfombras elaboradas en la costa del Mar Egeo.
Un aspecto interesante de este arte es que solía ser ejecutado por mujeres que, a menudo, ponían en práctica su propia imaginación para elaborar cada tejido, empleando bordados y otros recursos. Además, se empleaban tintes naturales, con una durabilidad sorprendente, lo que es motivo de orgullo para las autoridades turcas actuales, que han impulsado proyectos para la investigación y desarrollo de estas técnicas, que empleaban tejidos tan variados como la lana, la seda o el algodón.
Otras piezas textiles de gran prestigio eran las alfombras Hereke, que solían ser de gran tamaño y pensadas para cubrir el pavimento de amplios salones. Los ejemplos más sobresalientes son los del Palacio de Dolmabahçe en el Bósforo (siglo XIX), de un refinamiento y riqueza incomparables. Se producían en la localidad que les da nombre, a unos 60 km de Estambul, y no sólo empleaban lana y algodón, sino también en ocasiones hilos de oro y plata.
Aunque los turcos selyúcidas eran fervientes seguidores del Islam, en su arquitectura sí solían recurrir a relieves decorativos con temas figurativos: en menor medida en construcciones religiosas, pero más habitualmente en edificios civiles. Y siempre, recurriendo a una imaginería de lo más llamativo: desde animales poderosos (leones, águilas rapaces) hasta criaturas fantásticas como sirenas, dragones y esfinges. Ejemplos de ello son las águilas bicéfalas de la mezquita y hospital de Divriği o los dragones de la madrasa Çifte Minareli de Erzurum.
Todas las artes de Turquía a las que hemos hecho referencia tenían una función decorativa en espacios arquitectónicos. Pero lo interesante es que también tienen su traslación a la vida cotidiana y a los ambientes más humildes. Y lo hacen en forma de artesanía, que ahora está a disposición de los viajeros en los distintos bazares.
Algunas de las que merece destacar, por su calidad, interés y disponibilidad para viajeros son:
Por ello, adentrarse en los bazares turcos supone una auténtica experiencia cultural que no sólo conecta con la sociedad actual del país, sino también con las artes y las artesanías ancestrales que se han ido transfiriendo de generación en generación hasta nuestros días. Los bazares más famosos de Turquía son quizás los de Estambul: el Bazar Arasta y, sobre todo, el Gran Bazar. Pero en todas las ciudades de Turquía encontrarás bazares equivalentes, a tamaño más reducido pero con piezas de artesanía del mismo valor, con mención especial a los de Antakya, Antalya, Bursa, Egirdir, Gaziantep, Izmir, Malatya, Mardin, Safranbolu y Sanliurfa.
Las conocidas como artes plásticas, principalmente pintura y escultura, son en Turquía unas disciplinas minoritarias, que se asocian al pasado más antiguo, pero también al presente más actual y al futuro inmediato, pues la prohibición del arte figurativo se ha flexibilizado recientemente y se ha ido reduciendo al ámbito religioso.
Es por ello que en Turquía se han abierto museos de arte moderno desde el siglo XX, una muestra más de la integración del país en el circuito internacional del arte. El de Estambul es uno de los más importantes, pero también se pueden citar el Museo de Pintura y Escultura de Ankara o el Odunpazari de Eskisehir. Entre los artistas turcos de mayor renombre se pueden citar Osman Hamdi Bey, Haluk AkakçeKutlug Ataman, Serkan Özkaya y Leyla Gediz, entre otros.
Y si echamos la vista atrás y retrocedemos hasta la época de la Antigua Grecia y el Imperio Romano, también podemos encontrar interesantes ejemplos de artes plásticas, pues la religión pagana de ambas civilizaciones así lo permitía e incluso lo promovía. En este sentido, para encontrar magníficas esculturas griegas y romanas conviene visitar los yacimientos arqueológicos abiertos al público y, sobre todo, los distintos museos arqueológicos creados para mostrar las piezas recabadas en dichos yacimientos. Los más importantes los encontrarás dentro de la siguiente lista.
El museo es un espacio muy ligado al turismo y, por esa razón, son numerosos los que se reparten por toda la geografía turca, muchos de ellos inaugurados recientemente para atraer a visitantes y ayudar en la investigación y conservación del patrimonio. Los hay de todo tipo, y a modo de muestra, agrupamos los más importantes por temáticas a continuación. Podrás encontrar información ampliada en las páginas de cada destino.
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